Ruiz Zafón, Carlos: LA SOMBRA DEL VIENTO


Ed. Planeta, Barcelona, 2001.
56 ed., diciembre 2005
575 págs.

Esta magistral novela de la literatura contemporánea forma parte, con El juego del ángel, El prisionero del cielo y El laberinto de los espíritus, de la tetralogía El cementerio de los libros olvidados.

El autor:

Carlos Ruiz Zafón (Barcelona, 1964 - Los Ángeles 2020). Para quien le interese el proceso creador de una novela:
"Mi método de trabajo está dividido por capas. Escribo como se hace una película, en tres fases. La primera es la preproducción, en la que creas un mapa de lo que harás, pero cuando te pones a hacerlo ya te das cuenta de que vas a cambiarlo todo. Luego viene el rodaje: recoger los elementos con los que se hará la película, pero todo es más complejo y hay más niveles de los que habías previsto. Entonces, a medida que escribes, ves capas y capas de profundidad, y empiezas a cambiar cosas. En esa fase es cuando empiezo a preguntarme: "¿y si cambiase los cables, o el lenguaje, o el estilo?". Ahí creo la tramoya, que para el lector ha de ser invisible: el lector ha de leer como agua, le ha de parecer todo fácil... Pero para que sea así hay que trabajar mucho".

La novela:

Todavía recuerdo aquel amanecer en que mi padre me llevó por primera vez a visitar el Cementerio de los Libros Olvidados. Desgranaban los primeros días del verano de 1945 y caminábamos por las calles de una Barcelona atrapada bajo cielos de ceniza y un sol de vapor que se derrama sobre la Rambla de Santa Mónica en una guirnalda de cobre líquido.

­­–Daniel, lo que vas a ver no lo puedes contar a nadie –advirtió mi padre–.

Ni a tu amigo Tomás. A nadie.

–¿Ni siquiera a mamá? –inquirí yo, a media voz.

Mi padre suspiró, amparado en aquella sonrisa triste que le perseguía como una sombra por la vida.

–Claro que sí –respondió cabizbajo–. Con ella no tenemos secretos. A ella podemos contárselo todo.

Poco después de la guerra civil, un brote de cólera se había llevado a mi madre. La enterramos en Montjuïc el día de mi cuarto cumpleaños. Solo recuerdo que llovió todo el día y toda la noche, y que cuando le pregunté a mi padre si el cielo lloraba le faltó la voz para responderme. Seis años después, la ausencia de mi madre era para mi todavía un espejismo, un silencio a gritos que aún no había aprendido a acallar con palabras. Mi padre y yo vivíamos en un pequeño piso de la calle Santa Ana, junto a la plaza de la iglesia. El piso estaba situado justo encima de la librería especializada en ediciones de coleccionistas y libros usados heredada de mi abuelo, un bazar encantado que mi padre confiaba que algún día pasara a mis manos. Me crie entre libros, haciendo amigos invisibles en páginas que se deshacían en polvo y cuyo olor aún conservo en mis manos. De niño aprendí a conciliar el sueño mientras le explicaba a mi madre en la penumbra de mi habitación las incidencias de la jornada, mis andanzas en el colegio, lo que había aprendido aquel día… No podía oír su voz o sentir su tacto, pero su luz y su calor ardían en cada rincón de aquella casa y yo, con la fe de los que todavía pueden contar sus años con los dedos de las manos, creía que si cerraba los ojos y le hablaba, ella podría oírme desde donde estuviese. A veces, mi padre me escuchaba desde el comedor y lloraba a escondidas.

Recuerdo que aquel alba de junio me desperté gritando. El corazón me batía en el pecho como si el alma quisiera abrirse camino y echar a correr escaleras abajo. Mi padre acudió azorado a mi habitación y me sostuvo en sus brazos, intentando calmarme.

–No puedo acordarme de su cara. No puedo acordarme de la cara de mamá –murmuré sin aliento.

Mi padre me abrazó con fuerza.

–No te preocupes, Daniel. Yo me acordaré por los dos.

Nos miramos en la penumbra, buscando palabras que no existían. Aquella fue la primera vez que me di cuenta de que mi padre envejecía y que sus ojos, ojos de niebla y de pérdida, siempre miraban atrás. Se incorporó y descorrió las cortinas para dejar entrar la tibia luz del alba.

–Anda, Daniel, vístete. Quiero enseñarte algo –dijo.

–¿Ahora? ¿A las cinco de la mañana?

–Hay cosas que sólo pueden verse entre tinieblas –insinuó mi padre blandiendo una sonrisa enigmática que probablemente había tomado prestada de algún tomo de Alejandro Dumas.”


Este es el arranque de La sombra del viento. A partir de ahí, intriga, suspense, costumbrismo, romanticismo al más puro estilo XIX, van tejiendo una trágica historia de amor y misterio, cuyos eco se proyectan a través del tiempo

Con una peculiar fuerza narrativa, Ruiz Zafón entrelaza tramas y enigmas, como si de un juego de muñecas rusas se tratara, para crear un relato sobre los secretos escondidos en los libros y los corazones de los personajes, y que nos acompañan desde el principio hasta la última página.

Uno de los libros contemporáneos que más me han atrapado y que, 17 años después de mi primera lectura, he vuelto a releer con gusto.

Completamente recomendable a todos los lectores, que  engancha incluso a los menos aficionadas a la lectura; pero imprescindible para los  amantes de los libros, el romanticismo, las historias bien construidas y, en definitiva,  la Literatura en mayúsculas.

Con razón se ha dicho que La sombra del viento es, detrás de El Quijote, la novela más difundida fuera de nuestras fronteras, con millones de ejemplares vendidos por todo el mundo.

Lamentablemente, Zafón nos dejó en 2020 con tan solo 55 años;  sin embargo, su esencia permanece presente detrás de cada palabra, en cada página de cada uno de los libros que escribió, así como en los miles y miles de lectores que volvemos a darles vida. Porque, como él mismo dijo:

“Cada libro, cada tomo que ves, tiene alma. El alma de quién lo escribió, y el alma de quiénes lo leyeron y vivieron y soñaron con él. Cada vez que un libro cambia de manos, cada vez que alguien desliza la mirada por sus páginas, su espíritu crece y se hace fuerte.”

Mis citas:

"Una de las trampas de la infancia es que no hace falta comprender algo para sentirlo. Para cuando la razón es capaz de entender lo sucedido, las heridas en el corazón ya son demasiado profundas". (pág. 45).

"Quizás por eso la adoraba más, por esa estupidez eterna de perseguir a los que nos hacen daño" (pág. 53).

"Si algún día tiene usted una hija, bendición que no se la deseo yo a nadie, porque es ley de vida que tarde o temprano le romperá a uno el corazón (...) empezará sin darse cuenta a dividir a los hombres en dos clases: los que usted sospecha que se acuestan con ella y los que no. El que diga que no, miente por los codos" (pág. 87).

"Los regalos se hacen por gusto del que regala, no por mérito del que recibe" (pág. 94).

"Nadie comprará sombreros a un hombre con fama de cornudo. Era un contrasentido" (pág. 154). 

"De todas las decepciones que atesoró en vida, ninguna le dolió tanto a Antoni Fortuny como aquel hijo que el demonio le había enviado para burlarse de él" (pág. 155).

"Las palabras con que se envenena el corazón de un hijo, por mezquindad o por ignorancia, se quedan enquistadas en la memoria y tarde o temprano le queman el alma" (pág. 200).

"Alguien dijo una vez que en el momento en que te paras a pensar si quieres a alguien, ya has dejado de quererle para siempre" (pág. 210)

"El matrimonio y la familia no son más que lo que nosotros hacemos de ellos" (pág. 222).

"La ociosidad (...) la madre de todo mal" (pág. 254)

"Es curioso cómo juzgamos a los demás y no nos damos cuenta de lo  miserable de nuestro desdén hasta que nos faltan, hasta que nos los quitan. Nos los quitan porque nunca han sido nuestros" (pág. 422)

"A veces nos creemos que las personas son décimos de lotería: que están ahí para hacer realidad nuestras ilusiones absurdas" (pág. 423).

"El vino convierte al sabio en necio, y al necio en sabio" (pág. 423).

"Aprendí a confundir la rutina con la normalidad" (pág. 515).

"(...) las casualidades son las cicatrices del destino" (pág. 521).

"(...) un relato era una carta que el autor se escribe a sí mismo para contarse cosas que de otro modo no podría averiguar" (pág. 527).

"(...) mientras se nos recuerda, seguimos vivos" (pág. 529).

Mis notas:

  • Tema de la novela:
"De libros malditos, del hombre que los escribió, de unpersonaje que se escapó de las páginas de una novela para quemarla, de una traición y de una amistad perdida. Es una historia de amor, de odio y de los sueños que viven en la sombra del viento" (pág. 213).
  • Estrategia de adelantar al final de un capítulo lo que "está por venir" para mantener la intriga:

" Eran días en que creí estar enfrentándome al calendario en una carrera imposible. Temía que el mundo de espejismos que había construido en torno a Clara se acercase a su fin. Poco imaginaba yo que mis problemas apenas había empezado" (pág. 59).

  • En un juego de meta-literatura, de muñecas rusas, de novela dentro de la novela, determinados personajes del libro que "adopta" Daniel, el protagonista, del Cementerio de libros olvidados, salen de esa novela para convertirse en personajes reales de la trama principal:
" -¿Laín Coubert? 
- ¿Le suena?
- Es el nombre de uno personaje de La Sombra del Viento, la última novela de Carax" (pág. 85).

  •  Maltrato heredado: de hijo maltratado, a esposo maltratador: 
"Con la ayuda de Dios, antoni Fortuny tenía la certeza de que podía llegar a ser un hombre mejor de lo que lo había sido su propio padre. Pero, tarde o temprano, los puños encontraban de nuevo la carne tierna de Sophie y, con el tiempo, Fortuny sintió que si no podía poseerla como esposa, lo haría como verdugo. 
  • De vez en cuando, un personaje hace una retrospectiva que nos sirve de recapitulación de lo ocurrido hasta el momento:
"Inicié mi relato con aquella alba lejana en que desperté sin poder recordar el rostro de mi madre y no me detuve hasta recordar el mundo de penumbras que había intuido aquella misma mañana en casa de Nuria Monfort. Bea me escuchaba en silencio con una atención que no revelaba juicio o presunción. Le hablé de mi primera visita al Cementerio de los Libros Olvidados y de la noche que pasé leyendo La Sombra del Viento. Le hablé de mi encuentro con el hombre sin rostro y de aquella carta firmada por Penélope Aldaya que llevaba siempre conmigo sin saber por qué. Le hablé de cómo nunca había llegado a besar a Clara Barceló, ni a nadie, y de cómo me habían temblado las manos al sentir el roce de los labios de Nuria Monfort en la piel apenas unas horas atrás. Le hablé de cómo hasta aquel momento no había comprendido que aquélla era una historia de gente sola, de ausencias y de pérdida, y que por esa razón me había refugiado en ella hasta confundirla con mi propia vida, como quien escapa a través de las páginas de una novela porque aquellos a quien necesita amar son sólo sombras que viven en el alma de un extraño" (pág. 214).

  •  Paralelismos entre las vidas de los protagonistas de ambas historias,  Julián Carax y Daniel:

  • Y  como prueba de que el autor cuida todos los detalles, aquí os dejo la banda sonora compuesta por él mismo Ruiz Zafón -además de magnífico escritor, melómano, compositor y arreglista- para crear la atmósfera perfecta de cada uno de los capítulos de su novela. 
“𝘚𝘪𝘦𝘮𝘱𝘳𝘦 𝘩𝘢 𝘤𝘳𝘦𝘪́𝘥𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘭𝘢 𝘮𝘶́𝘴𝘪𝘤𝘢 𝘺 𝘭𝘢 𝘦𝘴𝘤𝘳𝘪𝘵𝘶𝘳𝘢 𝘷𝘢𝘯 𝘥𝘦 𝘭𝘢 𝘮𝘢𝘯𝘰 𝘦𝘯 𝘦𝘭 𝘱𝘳𝘰𝘤𝘦𝘴𝘰 𝘥𝘦 𝘤𝘳𝘦𝘢𝘤𝘪𝘰́𝘯. 𝘚𝘰𝘯 𝘭𝘦𝘯𝘨𝘶𝘢𝘫𝘦𝘴 𝘥𝘪𝘧𝘦𝘳𝘦𝘯𝘵𝘦𝘴, 𝘱𝘦𝘳𝘰 𝘵𝘪𝘦𝘯𝘦𝘯 𝘶𝘯𝘢 𝘳𝘦𝘭𝘢𝘤𝘪𝘰́𝘯 𝘦𝘯 𝘵𝘢𝘯𝘵𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘭𝘢 𝘱𝘳𝘰𝘴𝘢 𝘤𝘳𝘦𝘢 𝘶𝘯𝘢 𝘦𝘴𝘱𝘦𝘤𝘪𝘦 𝘥𝘦 𝘮𝘶́𝘴𝘪𝘤𝘢 𝘦𝘯 𝘭𝘢 𝘮𝘦𝘯𝘵𝘦 𝘥𝘦𝘭 𝘭𝘦𝘤𝘵𝘰𝘳 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘤𝘰𝘮𝘶𝘯𝘪𝘤𝘢𝘳𝘭𝘦 𝘶𝘯𝘢 𝘩𝘪𝘴𝘵𝘰𝘳𝘪𝘢”. Carlos Ruiz Zafón.
Una auténtica delicia escucharla mientras recorres con la lectura la Barcelona de la época y te adentras en los secretos de sus personajes, "figuras de vapor (...) entre el gentío de las Ramblas, sus pasos para siempre perdidos en la sombra del viento" (cita final, pág. 576).


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