Traducción: José Antonio Soriano Marco.
Editorial Salamandra-Narrativas Barcelona-España (4ª ed., enero 2007), 126 pág.
Leído en el club de lectura de madres de alumn@s del IES San Blas, Añover de Tajo. Marzo de 2010.
Lo que más nos gustó fue contrastar cómo encajó cada una el imprevisible final, que sin duda, a ninguna dejó indiferentes, más bien, sumidas en una profunda reflexión sobre lo verdaderamente importante en este mundo occidental, loco en que andamos todos sumidos, en contraste con ese otro mundo del que procede el Sr. Linh.
PORTADA Y CONTRAPORTADA
Una fría mañana de noviembre, tras un penoso viaje en barco, un anciano desembarca en un país que podría ser Francia, donde no conoce a nadie y cuya lengua ignora. El señor Linh huye de una guerra que ha acabado con su familia y destrozado su aldea. La guerra le ha robado todo menos a su nieta, un bebé llamado Sang Diu, que en su idioma significa «Mañana dulce», una niña tranquila que duerme siempre que el abuelo tararee su nana, la melodía que han cantado durante generaciones las mujeres de la familia. Instalado en un piso de acogida, el señor Linh sólo se preocupa por su nieta, su única razón de existir hasta que conoce al señor Bark, un hombre robusto y afable cuya mujer ha fallecido recientemente. Un afecto espontáneo surge entre estos dos solitarios que hablan distintas lenguas, pero que son capaces de comprenderse en silencio y a través de pequeños gestos. Ambos se encuentran regularmente en un banco del parque hasta que, una mañana, los servicios sociales conducen al señor Linh a un hospicio que no está autorizado a abandonar. El señor Linh consigue, sin embargo, escapar con Sang Diu y adentrarse en la ciudad desconocida, decidido a encontrar a su único amigo. Su coraje y determinación lo conducirán a un inesperado desenlace, profundamente conmovedor.
Tras el enorme éxito de Almas grises, Philippe
Claudel ha vuelto a causar un gran impacto con esta
exquisita fábula sobre el exilio y la soledad, o lo que es
lo mismo, la lucha por preservar la identidad.
Su estilo narrativo extremadamente depurado, casi minimalista, marca un punto de inflexión en la trayectoria de Claudel, ganador del premio Renaudot 2003.
La nieta del señor Linh ha sido recibida con entusiasmo en Francia, donde permanece en las listas de los libros más vendidos desde su aparición. Elogiada unánimemente por la crítica y el público, se han vendido más de 200 mil ejemplares y se publicará en once idiomas. a todos los señores Linh de la tierra y a sus nietas para Nohm y Emélia.
Notas extraídas de Josep Maria Sucarrats
Según el propio autor, «este libro es una alegoría o un cuento filosófico sobre el exilio y la amistad», metáfora de nuestro tiempo y del estado moral de Occidente, lugar donde «la gente pasa como un rebaño ciego y sordo», según el señor Linh.
Quizá por eso, Claudel busca un estilo sencillo y
lejos de complicaciones, minimalista en la expresión, y a veces (como en la
escena final) cinematográfico, completamente visual. El autor busca ser directo,
contar una historia bella y llena de ternura sin ñoñerías ni afectaciones. Como ocurre en el país de acogida del señor Linh, un lugar ciego y sordo,
huérfano de olores, imágenes, y nombres, «donde los nombres no significan nada,
es un país muy extraño».
El viaje a la amnesia es propio de una cultura sin
rostro, envejecida, cansada, caduca. Y esto es
lo que se encuentra el arquetípico señor Linh, que aparece alejándose de un
mundo lleno de imágenes, sonidos y familiaridad para entrar en un mundo sin
olor, insípido, y donde nadie conoce a nadie, extraño, hostil. Él y su nieta,
Sang Diu (‘mañana dulce’), son los únicos rezagados de un lugar lejano que
tiene los ecos de un paraíso, y que fue aniquilado por el poder del lugar de
acogida. El señor Linh, viejo y cansado, y que ha visto aniquilar ante sus ojos
a un pueblo, deberá nacer de nuevo al aparecer por vez primera en ese nuevo
mundo, dando así su vida por la de su nieta. Sin embargo, su manera de
relacionarse con el mundo será a partir de la comprensión que tenía del suyo
propio; así el señor Linh cantará siempre una canción que se pierde en el
tiempo y que narra el amor a lo intemporal y universal.
Claudel, sin embargo, no deja que caigamos en
romanticismos ni en nostalgias y hace caminar continuamente al señor Linh, y
sobre todo, hacer que surja la amistad con lo ajeno y extraño. Así, la amistad
con el señor Bark, ser profundamente nostálgico, será la oportunidad para que
los dos personajes (dos maneras de vivir lo real) se encuentren y se abran a la
familiaridad, e incluso sean capaces del perdón y el afecto más profundo. Con
ello, esa sensación de ajenidad es vencida en la conciencia de la propia
identidad en un mundo donde parece imposible, algo que sucede gracias al
encuentro con otro que pone en marcha. De este encuentro que abre a la vida
surge la alegría final y convierte el drama en un nuevo renacer, algo que tiene
los colores de una «mañana dulce», a la que uno saluda constantemente los
«buenos días» (como hace el señor Linh, en una bien encontrada metáfora).
Es éste, pues, un imprescindible relato agradecido y
esperanzador, al estilo de El Señor Ibrahim y las flores del Corán; un
libro universal, un pequeño milagro que viene a visitarnos en nuestro mundo
ciego y callado. Como dice su narrador: «De vez en cuando un milagro, oro y
risas, y de nuevo la esperanza cuando crees que a tu alrededor todo es
destrucción y silencio.»
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