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Narrativa Ed. Booket, 1985 240 pág. |
Del mismo modo, dos son los temas que subyacen y nos acompañan a lo largo de toda la obra, constituyendo así el doble objetivo de la autora: la denuncia de la corrupción del poder de la época, por un lado, y la revelación del insignificante papel de la mujer, por otra.
El medio para sacarlos a la luz: la narración en primera persona de su protagonista femenina, Catalina, quien nos invita a acompañarla –como meros e impotentes observadores- en su recorrido vital, desde su prematuro matrimonio, con tan sólo 15 años, oportunidad única de ascender en la escala social, su primera época de esposa ilusionada e ingenua, su progresiva toma de conciencia de las verdades ocultas del mundo de la política y del gobierno, su posterior mal asumida maternidad, así como las constantes vejaciones de las que es objeto por parte de su déspota marido, pasando después por el papel de esposa engañada, esposa adúltera, primera dama de uno de los Estados de México, y, finalmente, viuda -“estado ideal de la mujer”, según sus propias palabras-, momento en el que alcanza esa liberación siempre anhelada.
Pero en un paso por ir más allá, la mayoría de los críticos coinciden en que la trama novelesca establece un constante paralelismo entre dos planos estratégicamente entrelazados:
- el de la trayectoria personal de la protagonista –su historia, con minúscula-;
- y el del devenir de su país, a través de la ascendente carrera política de su marido y, consecuentemente, la extensión de su poder -la Historia, con mayúscula-.
Como
lectora, Arráncame la vida me ha hecho
sentir impotencia ante las injusticias, la corrupción y el abuso de poder; dolor
por todas las vidas sacrificadas en estas aciagas causas; empatía con las
mujeres de aquella época -y de otras no tan lejanas- cuyo papel, más allá del de
madres abnegadas y esposas sometidas a la tiranía de sus maridos, era
prácticamente nulo, en un mundo regido por reglas exclusivamente masculinas; y,
finalmente, alivio al pensar que, poco a poco, en unos ámbitos más que en
otros, afortunadamente para todos, las cosas han ido cambiando.
Y una recomendación final: como suele ocurrir siempre en estos casos, mejor leer la novela primero y ver la película después.
¡Felices lecturas estivales!
Araceli González
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