Mastreta, Ángeles: ARRÁNCAME LA VIDA

probando
Narrativa
Ed. Booket, 1985
240 pág.



Ángeles Mastretta (Puebla, 9 de octubre de 1949) se graduó en periodismo: En 1985 publicó esta, su primera novela, que obtuvo el Premio Mazatlán en México y se convirtió en un verdadero fenómeno editorial, tanto en el mundo de habla hispana, como en sucesivas traducciones a quince idiomas. Ha publicado también los libros de relatos Mujeres de ojos grandes y Maridos, tres volúmenes que reúnen relatos cortos y textos periodísticos o autobiográficos. En 1997 su novela Mal de amores (1995) obtuvo el prestigioso premio Rómulo Gallegos, concedido por primera vez a una mujer. El denominador común de su obra es la creación de  personajes femeninos sugerentes y ficciones que reflejan las realidades sociales y políticas de su país.


Este es el resumen de mi lectura, publicado en la revista del club de lectura municipal Añoleer (verano de 2010):


          México, primera mitad del siglo pasado y una sociedad convulsa a nivel político y marcadamente machista desde el punto de vista interpersonal, son los dos ingredientes contextuales sin los cuales la lectura de esta novela de Ángeles Mastretta no podría entenderse adecuadamente en nuestros días. 

Del mismo modo,  dos son los temas que subyacen y nos acompañan a lo largo de toda la obra, constituyendo así el doble objetivo de la autora: la denuncia de la corrupción del poder de la época, por un lado, y la revelación del insignificante papel de la mujer, por otra. 

El medio para sacarlos a la luz: la narración en primera persona de su protagonista femenina, Catalina,  quien nos invita a acompañarla –como meros e impotentes observadores- en su recorrido vital, desde su prematuro matrimonio, con tan sólo 15 años, oportunidad única de ascender en la escala social, su primera época de esposa ilusionada e ingenua, su progresiva toma de conciencia de las verdades ocultas del mundo de la política y del gobierno, su posterior mal asumida maternidad, así como las constantes vejaciones de las que es objeto por parte de su déspota marido, pasando después por el papel de esposa engañada, esposa adúltera, primera dama de uno de los Estados de México, y, finalmente, viuda -“estado ideal de la mujer”, según sus propias palabras-, momento en el que alcanza esa liberación siempre anhelada.

Pero en un paso por ir más allá, la mayoría de los críticos coinciden en que la trama novelesca establece un constante paralelismo entre dos planos estratégicamente entrelazados: 

  • el de la trayectoria personal de la protagonista –su historia, con minúscula-;
  • y el del devenir de su país, a través de la ascendente carrera política de su marido  y, consecuentemente,  la extensión de su  poder -la Historia, con mayúscula-. 
No en balde la mención reiterada a distintas situaciones, hechos  y personas reales del mundo político de la época le han hecho ser considerada, desde este punto de vista, una novela histórica.


Como lectora,  Arráncame la vida me ha hecho sentir impotencia ante las injusticias, la corrupción y el abuso de poder; dolor por todas las vidas sacrificadas en estas aciagas causas; empatía con las mujeres de aquella época -y de otras no tan lejanas- cuyo papel, más allá del de madres abnegadas y esposas sometidas a la tiranía de sus maridos, era prácticamente nulo, en un mundo regido por reglas exclusivamente masculinas; y, finalmente, alivio al pensar que, poco a poco, en unos ámbitos más que en otros, afortunadamente para todos, las cosas han ido cambiando.

Y una recomendación final: como suele ocurrir siempre en estos casos, mejor leer la novela  primero y ver la película después.

¡Felices lecturas estivales! 

 Araceli González


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