Katherine Neville: EL OCHO

Ed. DeBolsillo, Barcelona, 1988
10ª ed. 2008.
625 págs.

Enigma, misterio, alguna escena de aventura... en dos escenarios y épocas bien distintos -Francia, finales del XVIII y Nueva York, principios de los 70 del XX-, en torno al ajedrez de Montglane que, según la leyenda que ha ido creándose alrededor de él, transfiere un incalculable poder a quien consiga descifrar su fórmula oculta:

—El ocho(...) ¿Qué significa en realidad el ocho?

—En Egipto —dijo Shahin— creían que había ocho dioses que precedían a los demás. En China creen en los ocho inmortales. En India piensan que Krishna el Negro, el octavo hijo, también se hizo inmortal. Un instrumento para la salvación del hombre. Y los budistas creen en el sendero de ocho pasos hacia el nirvana. Hay muchos ochos en las mitologías del mundo... 
—Pero todos significan lo mismo —intervino Charlot, mi pequeño que no tenía todavía siete años—. Los alquimistas buscaban más que cambiar simplemente un metal en oro. Querían lo mismo que deseaban los egipcios cuando construyeron las pirámides... lo mismo que los babilonios, que sacrificaban niños a sus dioses paganos. Estos alquimistas siempre empiezan con una plegaria a Hermes, quien no sólo era el mensajero que llevaba al Hades las almas de los muertos... sino también el dios de la curación... 
—Creo que Shahin te ha llenado demasiado la cabeza —dije—. Lo que buscamos aquí es una fómula científica. —Pero, madre, si es eso, ¿no lo ves?".

Desde que un musulmán, gobernador de Barcelona,  se lo regalara al mismísimo Carlomagno, hasta el final de la historia, en Nueva York, 1973; pasando por la convulsa Francia de la Revolución francesa, la Rusia de Catalina la Grande, el desierto y las montañas de Argelia en aquellos mismos años y a principios de los 70, entre otros, la trama gira alrededor del misterio que encierra  aquel tablero de ajedrez, sus 32 piezas y el paño que originalmente lo cubría. 

La primera vez que se expuso al público el poderoso tablero fue el 4 de abril del 782 (4 del 4: 4+4=8), en Aquisgrán, celebración del 40º cumpleaños de Carlomagno:

"El rey había preparado una sorpresa. Maestro de la estrategia bélica, sentía peculiar predilección por cierto juego. Se trataba del ajedrez, conocido también como juego de guerra o juego de los reyes. En éste, su cuadragésimo cumpleaños, Carlomagno pretendía enfrentarse con el mejor ajedrecista del reino, el soldado conocido como Garin el franco. 
Ocho criados negros vestidos de librea morisca entraron a hombros el tablero de ajedrez. Estos hombres, así como el tablero que llevaban en alto, fueron regalo de Ibn-al-Arabi, gobernador musulmán de Barcelona, para agradecer la ayuda que el monarca le había prestado cuatro años antes contra los montañeses vascos. Fue durante la retirada de esta famosa batalla, en el desfiladero navarro de Roncesvalles, cuando encontró la muerte Hruoland, el querido soldado real, héroe de la Chanson de Roland. Como consecuencia de este doloroso recuerdo, el monarca nunca había utilizado el tablero de ajedrez ni se lo había mostrado a sus vasallos" (pág. 18). 

Tras un incomprensible incidente en la jugada, Carlomagno se lo regala, junto a las tierras de Montglane, a Garin, su aguzado contrincante. 

Desde entonces, el tablero, las piezas y el paño han permanecido ocultos, bajo los cimientos de la abadía de Montglane, hasta que, en la primavera de 1790, la abadesa, consciente del inminente peligro que acecha a su congregación tras las violentas revueltas en Francia, decide desenterrarlo y repartir las piezas entre las monjas, con una importante misión: custodiarlas aunque ello suponga arriesgar sus propias vidas. Comienza así una diáspora en la que dos de aquellas jóvenes novicias, Valentine y Mireille, son las protagonistas de esa parte de la historia.

En la otra, tenemos a Catherine Velis, una joven neoyorquina que, sin saberlo, entrará en la búsqueda de esas piezas dispersas 200 años atrás.  Cat, su amiga Lilly y el famoso ajedrecista ruso Solarin -entre otros- protagonizarán por su parte, otros tantos azarosos, extraños y peligrosos sucesos con un único y obsesivo objetivo: recopilar todas las piezas y descifrar la fórmula que encierran.

Una doble trama en la que los personajes, principales y secundarios -algunos de ellos históricos: Robespierre, Marat, Voltaire, Rousseau, Napoleón, Talleyrand, Casanova, Catalina la Grande...- juegan, consciente o inconscientemente,  una peligrosa partida de ajedrez -a veces a costa de la propia vida-  de blancas (los malos)  y negras (los buenos):

"Los personajes suelen estar a favor o en contra de la búsqueda. Si la apoyan, se los idealiza simplemente como valientes o puros; si la obstruyen, se los tilda de simplemente como infames o cobardes. Por consiguiente, todo personaje típico... suele enfrentarse con su contrario moral, como las piezas blancas y negras". NORTHROP FRYE Anatomy of Criticism. (Cita de la autora al inicio del cap. I).

A pesar de estar en la lista de libros "imprescindibles" de la literatura contemporánea, personalmente tengo que reconocer que me ha decepcionado. Quiero pensar que, de haberlo leído en el momento de su publicación -1988-, no lo hubiera hecho tanto. Pero bien es cierto que, tras otras lecturas de género parecido, como El código Da Vinci -por citar uno- este no ha satisfecho mis expectativas iniciales. 

Se trata de una trama bien construida; la fundamentación en la historia, correcta; las referencias a datos curiosos de la misma, a pesar de asociaciones algunas bastante peregrinas -ver más abajo mis notas- (alquimia, masonería, mitología...) interesantes; el recurso de intercalar relatos que se van desarrollando paralelos (1700-1900), dando luz entre sí a los enigmas de uno y otro, hasta componer la historia total, acertado. 

No obstante, aunque me cueste decirlo, lo he encontrado tedioso; por no hablar del final que no quiero revelar, pero para mí, sinceramente decepcionante, después de todo el periplo de vidas, siglos y más de 600 páginas dedicadas a la búsqueda y resolución del enigma.

Insisto: quizás haya influido el verano, las vacaciones que interrumpieron mi lectura por la mitad, el alto nivel de expectativas acumuladas desde hacía años en la estantería...

Pero, después de todo, me alegra finalmente haberlo leído -y terminado- para extraer mis propias conclusiones.

Notas sueltas:

  • Respecto a la forma: Me hubiera parecido más acertado utilizar la 1ª persona para la narración de Mireille, basándose en su diario; y la de Cat hacerla en 3ª , y no al revés.
  • En cuanto al contenido:  ¿por qué en la metafórica partida de ajedrez que juegan los personajes -en un reparto bastante arbitrario, también hay que decirlo- los blancos son los "malos" y los negros los "buenos"?
  • Sobre los fenicios:
"Estos fenicios eran traficantes, mercaderes, y en las antiguas historias se los conocía como el pueblo del mar. Los griegos los llamaron phoinikes, que significa rojo como la sangre, tal vez a causa de los tintes purpúreos que obtenían de las conchas o quizá por el legendario pájaro de fuego o la palmera, ambos llamados phoinix, es decir, rojo como el fuego. Los hay que piensan que provenimos del mar Rojo y por eso nos dieron ese nombre. Pero nada de esto es cierto. Nos llamaron así por el color de nuestros cabellos. Y todas las tribus que se formaron a partir de los fenicios, como los venecianos, fueron conocidas por esta señal. Me detengo en esto porque estos pueblos extraños y primitivos adoraban las cosas rojas, del color de las llamas y la sangre. Aunque los griegos los llamaban phoinikes, ellos se autodenominaban Pueblo de Khna —o Knossos— y más tarde cananitas. La Biblia nos dice que adoraban a muchos dioses, los dioses de Babilonia: al dios Bel, a quien llamaban Baal; a Isthar, que se convirtió en Astarté; y a Mel'Quarth, a quien los griegos llamaban Car, que significa «Sino" o "Destino», y mi gente llamaba el Moloch. —El Moloch —susurró la abadesa—. Los hebreos lamentaban el culto pagano de este dios, aunque Katherine Neville 173 los acusaron de adorarlo. Arrojaban los niños vivos al fuego para aplacarlo. —Sí —dijo mi madre—; y cosas peores. Aunque la mayor parte de los pueblos antiguos creía que la venganza sólo correspondía a los dioses, los fenicios creían que les competía a ellos. Los lugares que fundaron —Córcega, Cerdeña, Marsella, Venecia, Sicilia—,son lugares donde la traición es sólo un medio para llegar a un fin; donde el desquite significa justicia. Sus descendientes arrasan aún hoy el Mediterráneo. Esos piratas de Berbería no descendían de los bereberes sino de Barbarroja, y aún hoy, en Túnez y Argel, tienen esclavizados a veinte mil europeos para obtener el rescate, que es su medio de obtener fortuna. Éstos son los verdaderos descendientes de Fenicia: ¡hombres que gobiernan los mares desde fortalezas isleñas, que adoran al dios de los ladrones, viven de la traición y mueren por causa de vendetta".

  •  Los fenicios (comerciantes por mar) y su adoración a la luna (que ejerce poder sobre las mareas):
"Venecia fue fundada por los fenicios... de allí su nombre. Fenicia fue una civilización construida en base a las islas. Adoraban a la diosa de la luna, Car. Así como la luna controla las mareas, controlaban los fenicios el mar, de donde surge el mayor misterio de todos: la vida."

"El rito era el mismo para todas aquellas civilizaciones cuya supervivencia dependía del mar... y en consecuencia de esa diosa lunar que provocaba las mareas, que hacía crecer y menguar los ríos. Una diosa que exigía un sacrificio sangriento. Elegían un hombre vivo para ser su rey, pero el término de su reinado estaba estrictamente limitado por el rito. Gobernaba durante un Gran Año —es decir, ocho años—, el tiempo que necesitaban los calendarios lunar y solar para coincidir. Cien meses lunares equivalían a ocho años solares. Al término de ese tiempo, se sacrificaba al rey para aplacar a la diosa... y con la luna nueva se elegía otro. Este rito de muerte y renacimiento se celebraba siempre en la primavera, cuando el sol estaba colocado entre las constelaciones zodiacales de Aries y Tauro... o sea, según los cálculos modernos, el cuatro de abril. ¡Ése era el día en que mataban al rey! Éste era el ritual de la Triple Diosa Kar, a quien pagaban tributo desde Carqemish a Carcassone... desde Cartago a Jartoum. Su nombre se escucha todavía hoy en los dólmenes de Karnak, en las cuevas de Karlsbaad y Karelia y a través de los Cárpatos. Mientras sostenía la luz y miraba su forma monolítica suspendida sobre mí, las palabras que surgían de su nombre se agolpaban en mi cabeza. ¿Por qué nunca había escuchado antes? Aparecía en carmín, cardinal y cardíaco; en carnal, carnívoro... y Karma, el eterno ciclo de encarnación, transformación y olvido. Ella era la palabra hecha carne, la vibración del destino enrollada como Kundalini en el corazón mismo de la vida... la caracola o fuerza espiral que constituía el propio universo. Y la fuerza liberada por el juego de Montglane".

  • Los números Fibonacci y la espiral en la naturaleza y el cosmos:
(...) se usan para algo más que las proyecciones del mercado de valores. Funcionan así: Leonardo Fibonacci había decidido tomar los números empezando por el uno; sumando cada número al precedente, produjo una cadena numérica de interesantes propiedades. Es decir, uno más cero da uno; uno más uno, dos; dos más uno, tres; tres más dos, cinco; cinco más tres, ocho... y así sucesivamente. Fibonacci, que había estudiado con los árabes, que creían que todos los números tenían propiedades mágicas, era una especie de místico. Descubrió que la fórmula que describía la relación entre cada uno de sus números —que era la mitad de la raíz cuadrada de cinco menos uno: describía también la estructura de todas las cosas naturales que formaban una espiral. Según el libro de Nim, los botánicos descubrieron pronto que todas las plantas cuyos pétalos o tallos eran espiralados, se conformaban según los números Fibonacci. Los biólogos sabían que la concha del nautilus y todas las formas espiraladas de la vida marina seguían ese modelo. Los astrónomos afirmaban que las relaciones de planetas en el sistema solar—incluida la forma de la Vía Láctea eran descritas por los números Fibonacci. 
  • Pitágoras, matemáticas, música y espirales:
Pero incluso antes de que el libro de Nim lo dijera, yo había comprendido otra cosa, y no porque supiera algo de matemáticas sino porque me había especializado en música. Y era que esta pequeña fórmula no había sido inventada por Fibonacci sino que un tipo llamado Pitágoras la había descubierto dos mil años antes. Los griegos la llamaban aurio sectio: la sección áurea. Dicho en palabras sencillas, la sección áurea describe cualquier punto de una línea en que el radio de la parte menor respecto de la mayor, es igual al radio de la parte mayor respecto de toda la línea. Las civilizaciones antiguas utilizaban este radio en arquitectura, pintura y música. Platón y Aristóteles consideraban que era la relación perfecta para determinar si algo es estéticamente bello. Pero para Pitágoras significaba mucho más.
(...) Pitágoras quien descubrió que la base de la escala musical occidental es la octava, porque una cuerda dividida por la mitad daría el mismo sonido exactamente ocho tonos más alto que una cuerda del doble de largo. La frecuencia de vibración de una cuerda es inversamente proporcional a su longitud. Uno de sus secretos era que un quinto musical (cinco notas diatónicas, o la sección áurea de una octava) debía regresar a la nota original ocho octavas más alta cuando se la repetía doce veces en una secuencia ascendente. Pero cuando lo probó, había una diferencia de un octavo de nota... de modo que la escala ascendente también era una espiral. Pero el mayor de los secretos era la teoría pitagórica de que el universo está formado por números y que cada uno de esos números tiene propiedades divinas. Estas proporciones mágicas de los números aparecían por todas partes en la naturaleza, incluyendo —según Pitágoras— los sonidos emitidos por los planetas en vibración mientras se trasladaban por el vacío negro. "Hay geometría en el canturreo de las cuerdas —dijo—. Hay música en el espacio que separa las esferas." ¿Y qué tenía esto que ver con el juego de Montglane? Sabía que en un juego de ajedrez hay ocho peones y ocho piezas de un lado; y que el propio tablero tiene 64 espacios: ocho al cuadrado. Era evidente que había una fórmula. Solarin la había llamado la fórmula del ocho. ¿Y qué mejor lugar para ocultarla que un juego de ajedrez, enteramente formado por ochos?"
  • Relación entre el labrys (hacha de doble filo) y el ajedrez:
"Sabes lo que significa esa forma, ¿no? ¿Ese doble triángulo colocado en forma de reloj de arena? (...) Es una antigua hacha de doble filo llamada labrys, que tiene forma de número ocho. Los antiguos micenos la usaban en Creta... (...) El juego de ajedrez más antiguo que se conoce se encontró en el palacio del rey Minos, en Creta... el lugar donde se construyó el famoso Laberinto, llamado así por esta antigua hacha. El juego es del año 2000 antes de Cristo. Estaba hecho de oro, plata y gemas... como el juego de Montglane. (...)  Pero yo creía que el ajedrez no se había inventado hasta el seiscientos o setecientos de nuestra era —agregué—. Siempre dicen que llegó de Persia o de la India. ¿Cómo puede ser tan antiguo ese juego minoico?  (...) Piensa que ese juego de Creta fue diseñado por el mismo tipo que construyó el Laberinto... el escultor Dédalo... Ahora las piezas empezaban a acomodarse. Le cogí la linterna y la paseé por el muro. —La diosa de la luna... —susurré—. El ritual del laberinto... "En medio del mar oscuro como el viento, hay una tierra llamada Creta, una tierra hermosa y rica gestada por el agua..." Recordé que se trataba de una isla habitada por los fenicios, como las otras islas del Mediterráneo. Es decir, una cultura como la fenicia, laberíntica, rodeada de agua... que adoraba a la luna. Miré las formas de la pared. —¿Por qué estaba esa hacha grabada en el tablero? —pregunté a Lily, aunque en mí corazón conocía la respuesta antes de que ella hablara—. ¿Cuál era la conexión, según Mordecai? Pero aunque estaba preparada, sus palabras me produjeron el mismo estremecimiento que la forma blanca suspendida sobre mi cabeza. —De eso se trata —dijo con calma—. Es para matar al rey. El hacha sagrada se usaba para matar al rey. El ritual siempre había sido el mismo, desde el principio de los tiempos. El juego del ajedrez era una simple representación. ¿Por qué no me había dado cuenta antes?"
  • Vinculación entre la forma del labrys (8 tumbado, infinito) y  el recorrido de una tradicional procesión veneciana:
"Era el sentimiento de que estaba presenciando algo tan viejo como el tiempo. Algo oscuro y misterioso, rico en historia y simbolismo. Algo peligroso. Mientras la procesión seguía su curso serpentino a través de la Piazzetta y regresaba atravesando la Columnata, sentí como si estuviéramos penetrando cada vez más en las entrañas de un laberinto oscuro del cual era imposible escapar. (...) Cada vez que hacíamos una pausa detrás del Dux, ante un artefacto o una escultura, sentía que el latido de la sangre en mis venas aumentaba. Era como un mensaje que tratara de transmitirse a mi cerebro mediante un código secreto, pero no podía comprenderlo. Casanova me observaba con atención. El Dux había hecho otra pausa: »—Ésta es la estatua de Mercurio... el mensajero de los dioses —dijo Casanova cuando llegamos a la danzante figura de bronce—. En Egipto lo llamaban Thot, el juez. En Grecia lo llamaban Hermes, guía de almas, porque él conducía las almas al infierno y a veces engañaba a los propios dioses volviendo a robarlas. Príncipe de fulleros, comodín, bromista... el loco de la baraja del tarot... era el dios del robo y la astucia. Hermes inventó la lira de siete cuerdas... la octava, cuya música hizo llorar de alegría a los dioses. »Miré bastante rato a la estatua antes de proseguir. Él era el veloz, el que podía liberar a la gente del reino de la Muerte. Con sus sandalias aladas y el brillante caduceo... esa vara de serpientes entrelazadas que formaban el número ocho, presidía la tierra de los sueños, los mundos de la magia, los reinos de la fortuna y la suerte y los juegos de todas clases. (...) El Dux y sus acompañantes hicieron muchas paradas en esta procesión trascendental: dieciséis en total. Mientras los seguíamos, fui percibiendo un modelo. No. fue hasta la décima parada, la pared del Castello, cuando empecé a armarlo. El muro tenía cuatro metros de espesor y estaba cubierto de piedras multicolores. Casanova me tradujo la inscripción, la más antigua que existía en véneto: "Si un hombre pudiera decir y hacer lo que cree, vería cómo podría transformarse." »Y allí, en el centro del muro, estaba incrustada una sencilla piedra blanca, que el Dux y su corte contemplaban como si contuviera un milagro. (...) Éste no era un simple rito... se trataba de un proceso que se desplegaba ante nosotros y cada pausa en la procesión simbolizaba un paso en el camino de transformación de un estado en otro. Era como una fórmula:.. ¿pero una fórmula para qué? Y entonces lo supe. Rousseau se detuvo y sacó de su bolsa un dibujo ajado por los muchos años de consulta. Desplegándolo con mucho cuidado, me lo tendió:
 —Éste es el registro que hice de la Larga Marcha, mostrando el camino de las dieciséis paradas... el número de piezas blancas o negras de un tablero de ajedrez. Observaréis que el propio curso forma un número ocho... como las serpientes entrelazadas de la vara de Hermes... como el camino de ocho pliegues que Buda prescribió para alcanzar el Nirvana... como las ocho plantas de la Torre de Babel que se ascendían para llegar a los dioses. Como la fórmula que, según dicen, trajeron los ocho moros a Carlomagno... escondida en el juego de Montglane".
  • Interrelación entre el caduceo (símbolo de Hermes: dos serpientes enrolladas entre sí, formando ochos, alrededor de un bastón coronado por dos alas) y  la cadena del ADN:
"Era verdad, pensé, que la ingeniería genética había descubierto recientemente la estructura del ADN, esa pieza de construcción de vida que, como el caduceo de Hermes, formaba una doble hélice semejante al ocho".

¿Y a vosotros/as, os gustó? ¿Disfrutásteis de su lectura? ¿Os quedásteis con ganas de leer la 2ª parte, "El fuego"?

Entrevista de la autora con Javier Sierra. Diciembre 2008 sobre su obra, su estilo, su pasión por la magia y el esoterismo.

"Entré en los movimientos nacionalistas negros, como los Panteras Negras, que nos alquilaba muchos equipos, y a finales de los 60 tenía ya amigos afroamericanos que sabían que lo que quería ser de verdad era escritora. ‘¿No conoces la obras de Chinua Achebe, o la de Wole Soyinka?’, me decían. Y, ¡oh sorpresa!, de repente, gracias a ellos, descubrí autores que hacían justo lo que yo quería escribir. 

(...) África estaba cambiando la forma de escribir novelas que había entonces. Incorporaban a sus tramas mitología, cambiaban la forma de usar el lenguaje y empleaban la clase de estructuras complejas que yo necesitaba para mis novelas. Pedí una beca y me gradué en el estudio de esos escritores. Hice mi trabajo sin preocuparme de si era académico o no, y empecé a mezclar historia y actualidad como hacía Achebe. Era fabuloso. Me encantaba ese estilo de una historia dentro de otra, y a su vez dentro de otra, como ya hiciera Sherezade en sus mil y una noches. Y justo entonces, mis jefes me enviaron al norte de África a trabajar para el gobierno de Argelia y la OPEP».

(...)   «Mis novelas reflejan mi propia aventura vital. En realidad, es la misma búsqueda de todos aquellos que quieren encontrar algo que haga un poco mejor al mundo»

(...) «¿Sabes?», me confiesa: «He experimentado algo parecido a lo que le sucedió a Ulises: después de vagar por todo el mundo, desde Irak hasta Argelia, desde Francia hasta España, de Rusia a Egipto, pasando por Córcega, para recrear el destino del ajedrez de Montglane, al final he decidido esconderlo muy cerca de casa. Aquí, en un rincón prácticamente desconocido de Washington. Nadie antes había venido a verlo».

Evidentemente, yo no veía el ajedrez por ninguna parte. ¿O sí? Desorientado, me animé a hacerle una última pregunta. «¿De qué está hecho ese ajedrez, Katherine?». Ella sonríe. «De nuestra propia esencia, Javier. El día que nos encontremos a nosotros mismos, lo encontraremos a él. Y quizás eso suceda cerca de casa, como me ha pasado a mí».

Una nueva versión de El alquimista, de Paulo Coelho. 


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