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Ed. Espasa, 2021 288 págs. |
Sobre el autor
Pedro Simón (Madrid, 1971) es periodista de El Mundo y ha obtenido diversos premios por sus artículos (Premio Ortega y Gasset 2015 en la categoría de Periodismo Impreso por su serie de reportajes en El Mundo La España del despilfarro y el Premio al Mejor Periodista del Año de la APM en 2016. En 2020, fue finalista de los premios de la Fundación Gabo. En 2021 ganó el Premio Rey de España de Periodismo).Es autor del ensayo Memorias del alzheimer y de las novelas Peligro de derrumbe, Los ingratos (Premio Primavera de novela 2021) y Los incomprendidos. Ha publicado también las antologías de reportajes, Siniestro total y Crónicas bárbaras. Es uno de los autores, junto con Eduardo Madina, Javier Gómez Santander y Antonio lucas del volumen Perder la gracia.
La obra, premio Primavera de novela 2021
Mediados de los 70. Una España rural que emigraba a la ciudad en busca de mejores condiciones de vida.
Una maestra, su marido y sus tres hijos pequeños llegan a un pueblecito de esa España que empieza a despoblarse.
La madre es un viento de aire fresco para el pueblo: conduce, fuma y sus metodologías y didácticas son bastante innovadoras, respecto al maestro predecesor.
El padre, un cabeza de familia, bastante ausente, por cierto.
David, el pequeño, vive su infancia peleándose-odiando a su hermana mayor; jugando en la era, desollándose las rodillas, participando con los amigos del barrio y compañeros de escuela en las típicas travesuras de los niños de aquella época, ajenos al sedentarismo, las NN TT y las actividades extraescolares de hoy.
La vida transcurre anodinamente hasta que una mujer sorda, analfabeta de letras, pero sabia existencial, la Eme, llega a la casa y sus vidas cambiarán para siempre, especialmente la del protagonista.
El enriquecimiento es mutuo: de Emérita, David aprenderá todo lo que hay que saber sobre las cicatrices del cuerpo y las heridas del alma; y gracias al chico, ella recuperará algo que creyó haber perdido hace mucho.
En la trama parece que es el niño de 8 años el que enseña a leer a su cuidadora, pero lo que realmente ocurre es que ella le está dejando a él unas importantes lecciones de vida.
Valoración personal
En la trama parece que es el niño de 8 años el que enseña a leer a su cuidadora, pero lo que realmente ocurre es que ella le está dejando a él unas importantes lecciones de vida Formo parte de esa generación que vivió en aquella España que salía del letargo, de los años duros, oscuros; donde, si tenías la suerte de pertenecer a una familia con coche, viajaba sin cinturones de seguridad; donde la comida no se tiraba, porque no hacía tanto que se había pasado hambre; donde la calle no era un peligro, sino más bien una zona de juego y socialización, y los juguetes, las piedras, los palos... Donde los afectos paternos eran los justos y, como dentro de la familia había temas tabú, las primeras curiosidades "existenciales" del final de la infancia -concepto de pecado, descubrimiento del cuerpo, despertar sexual, etc.- te las resolvían los amigos.
Tengo que confesar que Los ingratos me ha tocado el alma. Es de esas novelas que te va encogiendo el corazón a medida que te adentras en su lectura; que no puedes soltar; que te emociona por momentos y que, cuando llegas al final, te deja con esa sensación, mezcla de afecto, nostalgia, tristeza...
Pero, sobre todo, con la necesidad de hacer revisión de conciencia. Porque... ¿Quién no tiene una deuda sentimental con esa persona que nos cuidó, protegió y acompañó de manera incondicional, mientras que nosotros estábamos más pendientes en crecer, soñar, alejarnos...? ¿Y cuando hemos llegado a la madurez nos hemos dado cuenta de nuestra enorme ingratitud con él/ella?
Esto es, precisamente, lo más triste y desolador: que cuando queremos reparar esa culpa, compensar de algún modo lo que un día hicieron por nosotros, entonces ya es demasiado tarde.
Y es que, reconozcámoslo, todos somos, o lo hemos sido, un poco -o muy- ingratos con alguno de nuestros mayores y el tiempo, las prisas, el nuevo estilo de vida que hemos adoptado, no nos han dado la oportunidad de recompensarles con algo tan barato y sencillo como es nuestro agradecimiento, cariño y compañía.
Una lectura recomendable para todos los públicos, pero más cercana, si cabe, para los que nacimos y crecimos entre los 60-70; una inevitable regresión a nuestra infancia, a través de una narrativa sencilla, un escenario familiar para los que crecimos en un pueblo; y unos personajes muy bien dibujados, que te hacen emocionarte con y por ellos hasta el final.
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