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Ed, IV Centenario. 352 págs. |
Sobre el autor:
Rafael Cabanillas Saldaña. (Carpio de Tajo, Toledo, 1959), profesor de Lengua, conferenciante, viajero incansable, experto en África Occidental, fotógrafo, colaborador de National Geografic, de distintos gobiernos y ONGs.
La obra:
De las publicadas hasta el momento, Quercus es su novela mejor reconocida por la crítica y el público.
Inicié su lectura por un evento que los clubes de lectura de Toledo estaban organizando en Navas de Estena para el otoño, con ruta por Cabañeros incluida y encuentro con el autor.
Y aunque, finalmente, nuestra localidad no pudo asistir, lo cierto es que hasta que se canceló, el plan le dio una motivación más a mi lectura. En cualquier caso, agradezco la eventualidad, pues de no haber sido por ello, lo más probable es que, por mí misma, no lo hubiera leído.
Una historia coral, densa -más por la forma y el estilo narrativo que por el contenido-, donde las miserias de la España rural tras la guerra civil y los abusos de los ricos de ciudad hacia la servidumbre y las tierras de su propiedad, ponen al descubierto la crudeza de esa realidad vivida por nuestros padres y abuelos, basada en la diferencia de clases, las desdichas de los pobres, los perdedores, los miserables, frente a la ambición, el poder del dinero y el estatus social, capaces incluso de "poner lindes al campo", un territorio "en la raya del infinito".
En el año 42, Abel tiene 19 años. Rememorando lo que ha sido su vida pasada, sabemos de las desdichas de su padre al terminar la guerra; el trágico final del cabeza de familia en el fondo de un pozo; así como el de su madre y hermana en el patio familiar, en manos de la crueldad de quienes simplemente buscaban venganza; su huida precipitada al monte y sus cuatro largos años de supervivencia allí, en estado semi-salvaje, mimetizado con el entorno, entre valles, arroyos, fauna y flora, contando las lunas con rayas en el interior de una fría cueva.
Durante esos años, acompañamos a Abel en sus cacerías, con una rama leñosa de jara como única arma:
"El tallo leñoso de la jara es tan duro como el metal y su punta(...) más afilada que la de un arpón de acero" (pág. 23).
Aprendemos a aprovechar las propiedades curativas de algunas plantas, a orientarnos y medir el tiempo con solo mirar el cielo:
"Venus, el lucero del alba (...) solo se deja ver tres horas antes del amanecer y tres horas después del atardecer" (pág. 55).
Participamos de esos largos silencios llenos de multitud de recuerdos, los de las gentes de su pueblo que quedaron atrás y a los que la fortuna tampoco acompañó en aquellos "años del hambre": la historia de Lucía y su locura; la de los que fueron fusilados en la plaza de toros; la de los dos hermanos enemistados por el burro; o la de la criada que prefiere arrojarse al pozo antes de reconocer ante su familia que el amo ha abusado de ella y la ha echado a la calle, entre otras muchas.
Asistimos a los trabajos de piconero, corchero, cardador de lana... Duras labores del campo, unas veces legales y otras no, como los molinos clandestinos de harina, el contrabando y estraperlo, consecuencias directas del control de las cosechas y las prohibiciones tras la guerra civil (págs. 91-2).
Recibimos extensas y detalladas instrucciones de cómo quemar un monte (págs. 184-5); de la práctica de la caza furtiva (págs. 192-3 y 205-12); incluso de cómo suicidarse (págs. 221-30).
Presenciamos, impotentes, la progresiva profanación-ocupación de los valles de la comarca por la ambición implacable de Don Casto, el señorito, ministro del "Innombrable" (pág. 278) en la capital, dueño y señor de toda la comarca; un hombre sin escrúpulos, despreciable, indecente, que usa y abusa de todo -personas, animales o cosas- lo que tiene bajo su dominio.
Por lo que respecta a la forma, el autor avisa al inicio que, como guiño a Los santos inocentes de Delibes, prescindirá de los puntos y aparte -lo cual hace más incómoda y pesada la lectura-; con la única separación por capítulos, acertadamente ilustrados al inicio de los mismos con motivos florales de los Montes de Toledo, entorno natural en el que, aun sin nombrarlo, está ambientada la novela.
En cuanto a esto, un dato curioso que he leído es que la editorial IV Centenario, de raíces toledanas, ha cuidado hasta tal punto los detalles que, además del uso de una tipografía nueva o las letras en relieve y brillantes de la portada, ha usado una tinta y papel respetuosos con el medio ambiente, de una agradable sensación al tacto, páginas que se dejan acariciar.
Temas:
- El progreso frente a la naturaleza: "Antiguamente, porque con el progreso que don Casto trajera a la sierra, se habían acabado las majadas, los apriscos, los rediles y los chiqueros, pero no los lobos" (pág. 245).
- Riqueza frente a pobreza. La ciudad frente al campo. Maldad frente a bondad, personalizadas en Don Casto y Abel.
- La despoblación de las zonas rurales; la emigración a la ciudad.
- El retroceso socio-cultural-educativo tras la guerra civil, como la prohibición de la coeducación y la colocación de crucifijos en las escuelas (págs. 87-8). El poco valor de la cultura, las letras, los libros: "(...) ahora, según su padre, se adivina en qué gastaba los cuartos cuando iba a la capital su muchacho -en alusión a los libros que le encontraron escondidos-. Según el padre y los hermanos, sabían que era tonto, pero no tanto" (pág. 228).
- Dichos, refranes, sabiduría popular:
"Si está llena la luna preñez segura" (pág. 344).
"Es peor la envidia del amigo que el odio del enemigo" (pág. 305).
"En abril paren las ciervas sus gabatas" (pág. 345).
Creencia popular sobre las culebras que maman de las madres, a cuyos hijos, por chupar a su vez de ellas (según se cuenta, del mismo modo que hacen con las ovejas, mientras la culebra roba la leche de la madre, ofrece al amamantado su cola para entretenerlo), se les atribuyen poderes sanadores (pág. 141).
"Hace falta que refrescara más y lloviera pues son el agua y el frío los que encelan a los ciervos (...) Cuando berrea el venado, se acaba el verano" (pág. 150).
- Vocabulario culto (intersticio, cíngulo, salmodia...) frente a vulgarismos, localismos: achiperres, ramón, arroba, quedo, chaparras, raña, aulagas, hozar, crotorar, barrunto, cochiquera; expresiones como "salir de naja", "a escape"...
- Alusión al título de la trilogía, junto con Enjambre y Valhondo: "Buena construcción de piedras. Pero algo alejada de la civilización. En el culo del mundo (...) Y Abel, que oye al hombre piensa: "-Aquí estamos, en la raya del infinito! "pág. 278).
- Especulación con la oferta/demanda: episodio de cómo X Moreno emigró a la capital y montó una fábrica de chocolate. Para hacerse un hueco en el sector, contrató durante unos días a unos hombres que se hacían pasar por clientes solicitando en distintas tiendas de la zona chocolates Moreno, el mejor del mundo entero. Como no tenían esa marca, optaban por devolver toda la compra. Unos días después el propio Moreno, haciéndose pasar por comercial, acudía a los mismos establecimientos ofreciendo la marca, al parecer, tan demandada últimamente por los consumidores. (pág. 117-8). Así fue como Moreno creo una gran riqueza con la que, al final del libro se dice que contribuyó a la construcción de una escuela para su pueblo.
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