Ed. Planeta, 620 págs. |
Sobre el autor:
Jorge Molist (Barcelona, 1951)
La obra:
"Después de trabajar ocho años en esta novela y la anterior y perseguir activamente toda la información posible sobre la época, creo que conozco bastante bien tanto los hechos como a sus protagonistas. Dice Paloma, mi esposa, que he convivido más con Constanza que con ella y con Pedro más que con mis hijos. Y aunque la documentación es muy importante, pienso que también lo es viajar a los lugares, imaginarlos en la época y sentir su vibración".
A lo largo de la narración se alude a ilustraciones detalladas que abren y cierran la obra, entre las que se incluyen mapas de reinos, escenarios bélicos, rutas, viajes, así como embarcaciones de la época, ayudándonos a ubicar geográfica e históricamente la sucesión de los hechos narrados.
Desde mi punto de vista, el valor es precisamente este, el histórico.
Por otra parte, la reiteración de batallas, naves enfrentándose en el mar, tropas almogávares lanzadas cruelmente al combate de "sangre y fuego" al grito de ¡Au, Au, Aragón, desperta, ferro!... han llegado a saturarme. Es verdad que aquella fue la historia de una época de luchas constantes entre reinos por conservar/arrebatarse territorios; y que el mérito del almirante Roger, siempre vencedor frente a los franceses, pese a encontrarse en inferioridad numérica de recursos materiales y humanos es indiscutible; pero la profusión de detalles que se repiten en el relato épico de cada una de las batallas (el acecho, el factor sorpresa y demás estrategias bélicas para el ataque -como hacer que el adversario tuviera el sol de cara- el cuerpo a cuerpo, la celebración de la victoria...) es lo que más pesado me ha resultado.
El resto de la trama lo componen las conspiraciones caballerescas, la influencia -más bien, el poder- de la iglesia en las decisiones regias, las rivalidades-envidias dentro de la corte y, cómo no, el amor, los distintos tipos de amor: el amor cortés, el platónico, el maternal y -en el caso del almirante y las almorávides- el "ménage à trois" (toda una muestra de relación abierta en pleno siglo XVIII). Esto, junto con expresiones de la almogávar Suria -como "¡Vete a la mierda!"; una que ha leído algunas obras medievales en castellano antiguo, incluyendo la Celestina, icono del leguaje más soez, no la ubico en la época - me han chirriado por su anacronismo.
Una cita final para ilustrar los tipos de amor que el propio Pedro III profesa a Constanza en su últimas misiva-despedida, ya a las puertas de la muerte:
(...) "Os amaba con el cuerpo, con la pasión primitiva de varón a hembra, os amaba con el alma, como caballero a su dama, y Dios, nuestro señor, quiso concederme el tercero de los amores, el del corazón, que surgió espontáneo, del cariño. Nadie ha podido amar, señora, como yo os he amado".
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