Sobre la autora
La trágica historia de la escritora judía que renunció a su credo y fue llevada a los campos de concentración en Auschwitz, donde muere a los 39 años.
La novela
Relato inédito de la autora, cuya reciente publicación en Francia ha vuelto a situar la obra y la azarosa biografía de Irene Némirovsky en el primer plano de la actualidad.
Descubierto en el IMEC (Institut Mémoires de l’Édition Contemporaine) por los actuales biógrafos de Némirovsky, el manuscrito había permanecido perdido y olvidado entre los papeles de su editor de la época.
Drama rural, intimista y conmovedor.
Todo ocurre en una tranquila villa de provincias francesa, siglo XX, a principios de los años treinta. Todo parece insignificante: vidas anodinas que transcurren con normalidad en un contexto rural, donde, curiosamente, las apariencias importan -mucho- y, por tanto, engañan.
Silvio, el narrador, ha dilapidado su fortuna recorriendo mundo. A los sesenta años, sin mujer ni hijos, sólo le queda esperar la muerte mientras se dedica a observar la comedia humana en este rincón de Francia donde, aparentemente, nunca sucede nada.
Un día, sin embargo, una muerte trágica quiebra la placidez de esa sociedad cerrada y hierática. A partir de allí, emergen uno tras otro los secretos del pasado, hechos ocultados cuidadosamente que demuestran cómo la pasión juvenil, ese "ardor de la sangre", puede trastornar el curso de la vida. Como en el juego de las cajas chinas, las confesiones se suceden hasta llegar a una última y perturbadora revelación.
Bajo el idílico paisaje, los paseos por la campiña, las reuniones, comidas, visitas... y la lectura junto a la chimenea, de unos personajes que incluso nos parecen modélicos, viven escondidas la mentira, la hipocresía, incluso la perversión y la maldad.
Novela corta, en la que, con un tono sosegado, Némirovsky utiliza el espejo sereno y frío de la edad madura para reflejar el impulso fogoso y los excesos de la juventud, en agudo contraste con el sofocante ambiente provinciano de sobreentendidos, silencios y sospechas, que la autora describe con esa particular mezcla de lucidez y compasión que caracteriza su obra.
Mis notas
"En las reuniones de gente madura se respira una especie de imperturbabilidad; los organismos han digerido todos los platos pesados, amargos y picantes de la vida, han metabolizado todos los venenos, y durante diez o quince años permanecen en un estado de perfecto equilibrio, de envidiable salud moral. Están satisfechos de sí mismos. El penoso y vano trabajo con el que la juventud intenta adaptar el mundo a sus deseos ha quedado atrás. Han fracasado y ahora descansan. Dentro de unos años, volverá a agitarlos una sorda inquietud, que esta vez será la de la muerte; pervertirá sus gustos de un modo extraño, los volverá indiferentes, o raros, o gruñones, incomprensibles para su familia, extraños para sus hijos. Pero, de los cuarenta a los sesenta, gozan de una precaria paz." (pág. 28)"En ningún sitio es tan cierto cómo aquí el proverbio oriental que dice que los días se arrastran y los años vuelan." (pág 39)."No sé si el ser humano construye su vida, pero lo cierto es que la vida que ha vivido acaba transformándolo; una existencia tranquila y hermosa da a un rostro una especie de suavidad, de dignidad, un tono cálido y suave que es casi una pátina, como la de un retrato. Pero la suavidad y la serenidad de aquellas facciones se ha borrado de repente, y lo que se ve debajo es un alma triste y angustiado (...) Hay un momento de perfección en que todas las promesas maduran y acaban cayendo como frutos en sazón, un momento que la naturaleza alcanza hacia el final del verano, pero no tarda en dejar atrás; entonces empiezan las lluvias del otoño. Con las personas ocurre igual." (pág. 56)."Lo cierto es que nuestros campesinos tienen una especie de talento para vivir lo más duramente posible. Por ricos que sean, rechazan el placer y la felicidad misma con una resolución inquebrantable, quizá porque desconfían de sus engañosas promesas (...) Declos se guardará mucho de actuar de tal modo que se sospeche ese adulterio. Es tanto una cuestión de orgullo como de fidelidad hacia los suyos; una especie de solidaridad que aquí une al marido con la mujer y a los padres con los hijos, y oculta todos los odios, para evitar los escándalos, para que nadie sepa nada. Y no es que les importe la aprobación de la gente, son demasiado cerriles y orgullosos para eso. Pero temen ser la comidilla de la vecindad; para ellos, sentir las miradas de los demás constituye un sufrimiento moral insoportable. Eso los hace invulnerables a la vanidad; no quieren ni que los envidien ni que los compadezcan, sino que los dejen tranquilos. Tranquilidad es su palaba favorita; para ellos es sinónimo de felicidad, o más bien sustituye a la falta de felicidad." (pág. 60)." Mi pobre Colette, no podemos vivir en lugar de nuestros hijos, aunque a veces nos gustaría. Cada cual debe vivir y sufrir por si mismo. El mejor favor que les podemos hacer es dejar que ignoren nuestra propia experiencia " (pág. 80).
Observaciones
Tras descubrir a esta autora y su maravilloso estilo narrativo: el magistral arte de adentrarse en lo complejo de las vidas humanas de la forma más sencilla y esa objetividad/imparcialidad que da la distancia narrativa, como si de ir quitándole -asépticamente, sin juicios de valor- capas a una cebolla, tirando suavemente del hilo suelto de una madeja o abriendo las típicas muñecas rusas; dos cosas son las que me quedan claras:
- No son necesarias 600 páginas para escribir una gran obra, profunda, conmovedora, cuya intensidad va in crescendo, a medida que avanza la introspección en la naturaleza humana de lospersonajes, en los secretos -que todos guardamos- de una vida pasada, la fogosa juventud, marcada por el "ardor de la sangre".
- Me apetece mucho seguir leyendo a esta autora, especialmente Suite francesa -que ya está en mi lista de próximas lecturas-, a la que la crítica coloca como su obra maestra.
Volveremos a la gran Irene Némirovsky, cuando la termine (también en película).
No hay comentarios:
Publicar un comentario