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Ed. Planeta, Barcelona, 1996. 1ª ed. 2006. 394 págs. |
Sobre Carmen Posadas:
¿ "Cosas de críos" ? (pág. 238)
Nada más inconsciente e irresponsable es ignorar o no darle suficiente importancia a la infancia, simplemente porque los adultos andamos tan ocupados con nuestras cosas de mayores, que muchos, para quitarse el mochuelo de encima se justifican con la tan manida frase-comodín: ¡Cosas de niños!
Está ya tan sumamente demostrado, que es obvio afirmar que la infancia y, en este caso, la preadolescencia, es una etapa decisiva en tanto en cuanto todo lo que en ella ocurra nos acompañará, de una forma u otra, a lo largo de nuestra existencia.
Juego de niños es una buena muestra de ello.
Luisa, madre soltera, escritora exitosa, volcada en la producción de su nueva novela y "distraída" -digámoslo así- en su relación sentimental a dos bandas, proyecta su actitud del "no mirar, no ver, tejer, ocultar, tapar, olvidar" (pág. 342) y, especialmente, su sobreprotección sobre Elba, su única hija, a punto de cumplir los 12 -"qué edad tan confusa es ésta" (pág. 285)- que, al tiempo que empieza el nuevo curso en el instituto, descubre su verdadero origen y llena sus interrogantes preadolescentes entre espejos y otros "juegos" ¿propios? de su edad.
El resto de ingredientes de la narración lo componen unos amigos de la infancia de Luisa con una historia pasada en común, tras la que se oculta un trágico "accidente", que parece repetirse ahora en sus hijos:
"... los sucesos de la vida tienen la inquietante cualidad de repetirse o parodiarse, tal como ocurre en alguna tragedia griega, de modo que aquello terrible sucedido en la infancia de los padres vuelve a suceder en la de sus hijos, porque el destino es travieso y le gusta mirarse en los espejos".
Intriga y sorpresa, -no tanto por la revelación de la verdad (¿existe solo una?), la cual ya en la segunda parte empieza a hacerse evidente para todos excepto para la protagonista, sino por la necesidad misma de entender el porqué psicológico del comportamiento de cada personaje, son los aditivos que nos acompañan hasta el final.
Pero, sin duda, lo que más me ha gustado de esta novela ha sido:
- ese otro juego - en este caso literario- que simula a las muñecas rusas, el doble tirabuzón de entretejer un relato dentro de otro relato;
- los continuos paralelismos entre la trama y los personajes de uno y otro, hasta tal punto de que llegamos a ser testigos de la profecía auto-cumplida;
- y la habilidad de la propia Carmen Posadas de integrar sus reflexiones sobre el proceso de creación de una novela (la elección de temas, la investigación y documentación, el diseño del perfil de cada personaje, el desarrollo de la trama; las dudas, altibajos y psicología del autor durante todo el proceso...); incluso la original forma de poner en boca de los distintos personajes su autocrítica literaria, en un juego de doble sentido: del relato 1 al 2 y viceversa. Un ejemplo de ello:
"Me reprochan a menudo que mis novelas estén escritas todas en tercera persona y no en un cómodo y útil yo testimonial", comentario que le da pie a reflexionar sobre el narrador omnisciente del siglo XIX , el cual "carece de razón de existir una vez que Nietzsche proclamara que Dios había muerto. Sin Dios en los cielos tampoco puede haberlo en las páginas de un libro, por eso los buenos novelistas suelen usar la primera persona. Los malos, en cambio, seguimos prefiriendo la tercera" (pág. 235). Todo ello refiriéndose a la novela de Luisa, cuando la suya, la de Carmen Posadas, está en 1ª persona.
- Esto mismo ocurre con actitudes y comportamientos de los personajes de uno y otro relato. Así, Luisa y su pareja -entre otros- cuestionan aspectos de la novela que la protagonista está escribiendo; pero a su vez los personajes de esta a veces parecen salirse de ella para sentenciar/ilustrar hechos que están ocurriendo en la vida de su autora.
Temas:
- Los espejos y su simbolismo:
"Cada persona de una familia es un espejo (...) El padre, la madre, los abuelos (...) son espejos pequeños, grandes, cursis, tramposos, sucios, espejos retrovisores (...) unos más feos, otros más bonitos pero en cada uno de ellos estás tú a poca atención que pongas. Nosotros los huérfanos en cambio, no tenemos en quién mirarnos y tenemos que buscarnos a alguien, a alguien que..." (pág. 176)
"¿Qué sucede cuando la vida se convierte en un juego de espejos de modo que pasado y presente comienzan a parodiarse?" (pág. 283).
El "mise en abîme" de los franceses: "Sí, ahora me daba cuenta, en realidad toda esta historia nuestra había sido así: una sucesión de imágenes que se replican en un espejo copiándose unas a las otras. Pero los espejos son tramposos, parece que nos ofrecen una imagen exacta y sin embargo todos sabemos que no es exacta, sino su opuesta" (pág. 376).
- Maternidad "in extremis"
"... llegada una edad, había enido una hija in extremis (...) justo antes de que la madre naturaleza me jubilara para esos menesteres, y dime: ¿también tú tuviste que buscar padre para la criatura en las rebajas, peor aún, en el departamento de saldos como hice yo? (...) hablar de madres in extremis había propiciado que sus invitados comentaran que ahora el mundo está lleno de padres o madres-abielos, de viejos como ellos criando hijos adolescentes (...)" (pág. 193).
- Sexo a los 50. Menopausia. Monogamia. Infidelidad masculina y femenina.
- Marcas, como distintivo de clase: medias Wolford, zapatos Guido, vino Sauternes...
- Sobreprotección maternal, que puede llegar hasta límites insospechados, al borde de la ley -aquí me acordé de la trama de La cena-, fabricarse una realidad paralela (pág. 353) o incluso, autoculparse:
"(...) y mi mente ofuscada de madre que se siente culpable (porque las mades siempre nos sentimos culpables de todo, absolutamente de todo)" (pág. 374).
- Y el tema estrella: la maldad infantil -consecuencia o no de la anterior; aquí cada uno tendrá su teoría- que daría para una tesis y un largo debate: ¿innata, heredada? ¿producto del ambiente? ¿o una realidad mucho más compleja que todo ello?
"Un extracto del libro de Angus Blighthead. El crimen de J.P." Según el cual, "las razones por las que un niño mata suelen ser: rivalidad, amor, celos, venganza, deseo de suplantación. ¿Puede decirse que estas son razones sufientes, justificables y en último término razonables para hacer el Mal? Naturalmente que no. Pero, por desgracia, del Mal solo podemos estudiar sus consecuencias, nunca sus causas porque, en el caso de niños, estas no responden al tan socorrido patrón acción-reacción, es decir: niño abusado igual a adulto malvado, no. Cuando hablamos de la maldad y más aún la maldad infantil, nada es previsible, ni deducible, ni inexorable" (pág. 216).
" (...) la mayoría de los libros que trataban el tema de la criminalidad infantil remitieran esta a los antecedentes de los muchachos, justificandolos siempre. Así, según la tendencia actual del pensamiento, detrás de cada psicópata hay siempre un niño maltratado, detrás de un asesino, un caso de corrupción a menores e incluso detrás de la simple crueldad infantil, una víctima (...) En cambio, Angus Blighthead sostenía (...) que no todos los niños que han sido abusados en la infancia se convierten en psicópatas, ni todas las niñas violadas son luego mujeres crueles, y que, por tanto, debe existir una disposición anterior al mal que hace que este se manifieste o no, según las circunstancias" (pág. 217).
"Es políticamente incorrecto decir que alguien es malo de nacimiento, hoy día nadie acepta esa idea. Para todo lo ue sucede, para el mal que se comete ha de haber un motivo. Una explicación perfectamente razonable que tenga que ver con sus vivencias, con su vida, no con la de sus padres. Bueno, muy bien, de acuerdo, v ale, en las novelas es así, todo tiene su justificación para que el lector quede satisfecho, pero ¿y la vida?, ¿es políticamente correcta la vida? " (pág. 342).
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